viernes, 5 de agosto de 2011

Dependes de el.

Cuarenta tablones dirigidos a él; noventa personas en 
un chat cuando sólo buscas a una; ciento cincuenta números 
de teléfono en tu agenda, pero dejarías sólo su nombre; 
trescientos ochenta libros en casa que te recuerdan vuestra 
historia, aunque sea sólo en una palabra; quinientas canciones 
que te sabes de memoria y que no dudarías en compartir 
con él; mil suspiros que sólo llevan un nombre; tres mil sueños 
por los que pagarías por repetir una y otra vez; horas y horas 
hablando por teléfono, viendo sus mensajes una y otra vez, 
la foto que os hicisteis, la que tienes guardada como el más 
preciado tesoro; y quince mil sonrisas dibujadas, una por cada 
vez que recuerdas su olor, otra por cada vez que oyes su risa, 
una más por esas veces en las que te dice que no hay nada 
más que tú, otra por cada vez que os miráis y deja de existir el 
mundo... Y hay muchas estrellas en el cielo o personas en el 
mundo, pero es que me da igual que me digan que él no es para
mí, porque voy a seguir queriendo ver esa sonrisa y ese ceño fruncido 
a todas horas, y voy a seguir pensando que dependo de él como una completa imbécil.

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